martes, 3 de febrero de 2015

Mi Vagabundo Favorito: Podeis?

Le veo ahí acostado en la calle Espoz y Mina en el centro de Madrid. Es mi vagabundo favorito. Ya por más de dos años le veo de vez en cuando. Tiene pelo como si hubiera puesto sus dedos en el enchufe. Siempre lleva puesto su abrigo azul oscuro. Creo que tiene unos 50 años. No moleste a nadie.

Le veo bastante relajado y cómodo ahi acostado en el suelo, aunque este por el día y va pasando mucha gente. Muchisima gente. Es sábado y gente de todos los partes de España han venido a Madrid para manifestarse para Podemos. Mi vagabundo favorito esta mirando los de pro-Podemos. ¿Que pensará? Será que le de esperanza? ¿Será que cambios del régimen le cambia algo por el? ¿Le beneficiara?

En Venezuela hay miles de gente como él. Iglesia le gusta a Venezuela. Hay comunismo y socialismo, patria y petróleo, pero no hay pan. No creo que ningún cambio de Podemos le benefiará a mi vagabundo favorito. Pero a él da igual. Peor no se puede poner, verdad. Y este es el peligro de movimientos como este.


jueves, 15 de enero de 2015

Enseñar a pescar

Hay un vagabundo con una barba larga en la Calle Atocha. Le vi anoche. Si su barba era más blanco podía ser Papá Noel. Tenia su edad también. El pobre señor tenia una tristeza en sus ojos que me llegaba directo al corazón. Hice lo que hago muchas veces: le apartaba de mi vista. Es una solución de cobardes.

Este tarde le veía de nuevo. Estaba contando sus monedas. En el luz del día vi que su abrigo estaba roto. A través del agujero vi el piel de su brazo. Su piel era muy rojo. No se si es por el frió o por el alcohol. No se por que asumo que es alcohólico.

Regresando a casa vi otro sin techo. Era un hombre del mismo edad del Papá Noel. También estaba contando sus monedas. Por un momento pensé darle dinero. Tenia efectivo en mi bolsillo, podía cogerlo sin mucho lió. Directamente me cambie de mente. Me realise algo. ¿Por que dar el pez a un hombre? Mejor enseñarle cómo pescar.

Y me sentí triste porque no puedo cambiar el mundo.
No puedo ayudar a todos.
Y tampoco sé como pescar.


miércoles, 31 de diciembre de 2014

¿Dejar la esperanza o seguir viviendo?

Ando por los túneles subterráneos del metro Madrid. Es muy temprano. Una señora mendiga. ‘Por favor, una moneda, tengo no sé qué.’ No entendí bien lo que tiene, pero me imagino que mendiga porque le hace falta un ojo. 


Para mostrar que de verdad tiene una razón para mendigar, deja destapada su órbita. Veo un agujero abajo su ceja. Su órbita es carnosa y roja y le falta la pupila. Su cara alrededor de su órbita esta quemada. Tengo que pensar en una escena de la película Slumdog Millionair. Su otro ojo si esta. No la doy dinero.

Un rato después estoy esperando en la parada. El metro llega y me aparto para que una señora con ojos azules pueda salir del metro. Tiene ojos azul claro. Muy claro. Anda con un perro. Ahora lo veo. La señora esta ciega y anda con su perro que la guía.

Que chula, la señora. Usando el transporte público en la hora punta. Pienso en la mendiga. A veces es una cuestión de fuerza mental que hace la diferencia entre dejar la esperanza o seguir viviendo.

lunes, 15 de diciembre de 2014

Las mujeres de Jacinto Benavente


Cerca de mi casita, en una plaza muy normal, con unas escenas diarias, algo me llamó la atención. Donde los coches buscan para aparcar, las turistas buscan para refrescarse en la sombra, los camareros explotados sirven sus clientes, y familias españolas deambulan, hay unas mujeres paradas, cada una en otra esquina.


Están esperando. Siempre esperan. Todavía no saben por quien, pero lo sabrán al momento cuando dejan de esperar. Son mujeres muy normales, muy discretas, de 40 o 50 años de edad. Llevan puesto gafas para leer -de los chinos-, tienen una Nokia -no muy moderna pero indestructible-. Tienen sus manos bien cuidada. Llevan puesto esmalte –muchas veces color rosada metálico- y llevan puesto ropa muy discreta y normal. Algunas han teñido su pelo, y son rubias ahora. Casi todas se han puesto rulos, y sus peinados se quedan en modelo con mucha gel, del tipo que pone el pelo duro.

Probablemente han hecho la cama antes de salir de casa esta mañana, y dieron agua a sus plantitas. Quizás han puesto una lavadora también, pero no lo creo, que siempre están paradas tan temprano. Más temprano que las demás en las otras plazas.

Unas están llamando por teléfono, y charlan de todo y de nada. Otras están sentadas en los escalones del antiguo teatro, o paradas en la sombra de la liberaría religiosa y se reían un poquito con los vagabundos.

Son mujeres muy cultas, y cada una de ellas podía haber sido mi madre. Solo por su apariencia ya sé que saben cocinar muy rica, como solo las madres pueden. Pero bueno, esta paella rica hay que ganársela.

x

miércoles, 10 de diciembre de 2014